miércoles, 17 de junio de 2015

Titanic

Día 16 de junio. Sigo sin poder escribir poemas a partir de una palabra. Estaba pensando en pistachos y nada. Si la felicidad pudiera medirse en momentos, supongo que el día de ayer fue uno de esos. Y para celebrarlo hice tartas de chocolate, muchas tartas de chocolate, la tradicional tarta de chocolate de la familia, desde que mamá consiguió aquella ficha de cocina coleccionable donde venía la receta y decidió ponerla en práctica. Y yo en su momento también les pasaré la fichita a mis niñas. Y por ser receta familiar casi que me cuesta compartirla con nadie. No es que casi me cueste, es que lo evito descaradamente. Sí. Hice muchas tartas. Tantas como masa cabe en un barreño de diez litros. Y es que las alegrías que te dan los hijos sólo son cuantificables en momentos de felicidad y en tartas de chocolate de la receta de la ficha secreta de la familia. Pero "hélas" los momentos como así lo indica la palabra son espacios de tiempo cuantificables y como todos los espacios cuantificables tienen un principio y un final.



Día 17 de junio. El día de las quiches lorraines. Y eso nos traslada al día de hoy, uno de esos días en los que de pronto dos palabras se encuentran en tu cabeza y te golpean. Verso en rama. Claro que eso sucede más o menos cuando le da la gana y cuando eso sucede, lo único que quieres es salirte del mundo. Pero claro, tenemos tarde de evaluaciones, así que habrá que esperar a después. Y cuando te alegras de llegar antes a casa para dedicarte a esas dos palabras que te han golpeado hace un rato entonces aparece la niña y te enseña el papelito que le ha dado la maestra donde dicen sugieren animan a que las mamis participen en el día de la interculturalidad cocinando un plato internacional. Mami, la Doa va a llevar un plato pakistaní, y la Jazmín un plato holandés y Estefanía y Abel platos rumanos. Y miras a la niña y piensas en tus dos palabras y en las ganas que tienes de quedarte con ellas y de darles vueltas al infinito y sabes que habrá un día en que irremediablemente no puedas cumplir con las expectativas de la niña y que ese día marcará el principio del fin o el principio de los reproches al infinito por el que todos los padres hemos de pasar tarde o temprano. Pero ese día todavía no ha llegado nena y súpermami te va a hacer une quiche lorraine porque es francesa, franchuta, gabacha o gaba como le decían en la facu, y porque si la hubieran avisado con dos días de antelación habría hecho los diez litros de tarta de chocolate de la ficha secreta dos días después,  total, pero no pasa nada, nada que no tenga que ver con los moldes de los chinos y el pinche cocina que en lugar de dos, hemos hecho casi cuatro, porque la primera se ha pegado, y la tercera pues, que son las 23:25, hay una masa quebrada amorfa esperando a medianoche para salir de la basura y estamos todavía vigilando el horno para que no se queme el último intento de quiche. Para la segunda niña. Pero estamos bien.

Y no sé por qué pero me ha venido a la mente la otra noche en la que estábamos cenando en El Rinconcillo, que es como cenar fuera del mundo y cómo de pronto aquella frase me golpeó porque a mí las frases y las palabras me golpean.

Y mientras se hundía el Titanic, nosotros seguíamos tocando.

¡¡¡Buenas noches!!! ¡¡Muac muac muac!!






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