martes, 9 de septiembre de 2014

Filólogos I

Antes del verano, decidí unirme a una jovial comunidad de filólogos entusiastas en el facebook por eso de que soy humana y además o por ende un ser social y a veces me gusta sentir que pertenezco a un grupo de humanos y seres sociales. El caso es que mandé una solicitud y para mi regocijo me admitieron. Hace un mes más o menos, tras un par de intervenciones absolutamente anodinas y unos inocuos likes, a punto estuve de franquear la delgada línea que separa el lector mirón del usuario activo. Pero justo entonces la cosa cambió.
Al principio surgieron unas discrepancias entre filólogos pro-catalán y pro-valenciano que pronto se tornaron en auténticas batallas territoriales. Luego los miembros que se habían perfilado como los más destacados de la comunidad  empezaron a crisparse con elocuencia cada vez que algún descuidado se saltaba una tilde. Los ataques se hicieron colectivos y se volvieron feroces y a la mínima errata los pobres incautos se veían obligados a huir con el rabo entre las patas. Un día, los elegidos, los juzgadores, establecieron una lista de obras literarias admitidas, ridiculizando hasta límites insospechados a todo aquel que tomara la defensa de las otras, lo que ellos llaman literatura mala.
El nivel de crispación es ahora mismo tal que uno ya no se atreve ni a escribir ni a leer ni a opinar por miedo a que a la primera lo tachen de no-filólogo y lo exhorten a base de burlas a abandonar el grupo.
Desde hace unos días, el grupo de los elegidos está levantando mucho ruido y criticando abiertamente la labor del moderador. Quieren que el grupo sea cerrado, que quede fuera del alcance de las miradas indiscretas. Después del ataque frontal que lanzaron contra el moderador acusándolo de ignorar su petición de cerrar el grupo y de llevar a cabo su labor con incompetencia, ya no me cabe ninguna duda. Están planeando un golpe de estado...
No puedo desvelar el nombre del grupo. Seguiré informando...


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