viernes, 27 de diciembre de 2013

El juego

Si tuviera que escoger un cuadro, uno solo... Tal vez el Ophelia de Millais, tan oscuro y pertubador, con ella tan bella y muerta... O tal vez el Sancta Lilias de Gabriel Rossetti, de boca tan apetecible que invita a la gula. La explosión de La Noche Estrellada de Van Gogh. O algún autorretrato de Frida, siempre amé a Frida, con su dolor y su fuerza. Y una Simonetta de Botticelli, tan pura y delicada, tan perfecta, durante mucho tiempo mi favorita en el nacimiento de Venus. El Guernica que estudiamos en clase de español. El cuadro de los Granjeros que me estuvo contemplando en aquel libro de inglés cuando cursaba Seconde. Y un cuadro de mi madre, por qué no mi propio retrato.

Guardo en la retina cientos de ellos, puede que miles. Y lo que más me gusta de esos cuadros es la historia que albergan sus trazos y la mano que los dibuja. Son aún más fascinantes que la pintura en sí. Así que rindámonos a la evidencia. Pídanle a un lector que escoja un solo libro o a un melómano que elija una sola canción. ¡Es simplemente imposible!



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