miércoles, 13 de noviembre de 2013

Los Millares

Nos hizo buen día. Un día espléndido de sol sin calor.

Los restos blancos de las murallas y de las chozas resaltan y se desparraman sobre un promontorio de cerros y laderas irregulares. Durante la hora que estuvimos vagando entre sus ruinas, no conseguí descubrir ningún punto desde el cual dominar todo el yacimiento: detrás de cada cerro aparece un nuevo trozo de muralla o una nueva casa ahora casi ausente si no fuera por el plano de piedras blancas que ha quedado dibujado sobre el suelo pardo y ya seco para la eternidad. Es una sensación rara, extraña, sentarse sobre los restos de aquellos muros milenarios, acariciar el mortero con el que quedaron eternamente soldadas sus piedras, en la más absoluta y solemne soledad de un lugar donde sólo parecen haberse mantenido en pie unas cuantas tumbas convexas. Cinco mil años. Hemos perdido el poder de sorprendernos, el exceso de modernidad nos lo ha corrompido tal vez, pero ahí estábamos, cinco mil años después, intentando imaginar en silencio la vida en aquel poblado ahora extinguido. Estando ahí, lo único que recuerda a nuestra civilización es la vega del Andarax que corre muchos metros más abajo donde se ven algunas viviendas entre el verde de los bancales como si de un oasis se tratara. Pero aún así, como está tan lejos ahí abajo, parece que no sólo unos metros sino siglos de historia nos separaran de aquel barranco. Ese mortero que ahora acaricio y que sigue uniendo las piedras de color blanco fue amasado por unas manos no muy diferentes a las mías. Y hace un rato, viendo el vídeo, me ha asombrado el número de defensas ingeniadas y la amplitud de las murallas. ¿Qué era aquello que tanto miedo les generó que toda su vida giró en torno a defenderse de ello? Y ¿por qué se fueron después de tanto defender, por qué la huida fue finalmente el único recurso que les quedó? la soledad de los Millares te invita a reflexionar, reflexionar y pensar, pensar que para que ahora esté aquí escribiendo, tuvieron que ser ellos primero. Ellos existieron y por eso existo yo ahora. Y sin embargo, no creo que en el fondo fueran muy distintos de lo que yo soy.

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