lunes, 4 de febrero de 2013

la casualidad

Hier vers neuf heures vingt je me la coulais douce. 

"Se la couler douce" es una expresión un poco difícil de traducir de formar literal. Si quisiera provocar un poquito, ¿yo provocar? ¿cuándo?, diría que couler es correr, es decir, que el significado literal sería algo así como corrérsela suave. Y mi audiencia subiría en un 1500% en pocas horas. Pero no olvidemos que mi padre lee este blog así que es altamente improbable que la frase signifique que anoche a eso de las nueve y veinte me la estaba corriendo suave, sea cual sea la manera de interpretar esto. Pero es que anoche a eso de las 9:20h estaba sentada tranquilamente en mi sofá y pensando que en diez minutos iba a empezar el Jordi Évole en Finlandia y me moría de curiosidad por descubrir por qué Finlandia es la panacea educativa y España el infierno.

Y de pronto ocurrió. Un pitido muy agudo, estridente, desde la cocina me hizo pegar un bote y correr hasta la cocina, desgraciadamente no a tiempo de impedir que un violento chorro de vapor y de caldo de fideos que escupía desde un recoveco abierto de la goma la olla a presión me lo estuviera poniendo todo perdido a la par que la llama furiosa que salía del quemadero tomaba tintes de incendio doméstico. Sí, me explotó la olla, como digo yo, a las 9:21 y me llenó toda la cocina de una capa líquida y grasienta de esencia de fideos.


Pero como tengo tele en la coci, me acordé de la Ley de Murphy y del Karma y me dispuse sin más remedio ni dilación a limpiar la cocina mientras anunciaban ya el programa.


Habiendo limpiado y recogido la coci, me senté en el sofá pero en poco menos de dos minutos, oímos un grito conocido que venía de la primera planta. "MAMIIIII, PAPIIIII, LA ISA SE...." y pensé acto seguido que los señores Murphy y Karma eran unos cachondos y que esta noche estaban de guasa y tenían ganas de juerga. La peque en un golpe de tos había regurgitado parte de los alimentos ingeridos y por lo tanto sin otro remedio ni más dilación nos dispusimos a limpiar y cambiar y volver a acostar a las niñas. 


Lo sorprendente es que entre pubs y anuncios pude ver todo el programa. Y me encantó. Y lo estaría comentado ahora si no fuera porque a las dos de la mañana de nuevo un grito rasgó la noche. Descalza y sin calcetines (no me gusta dormir con calcetines; bueno, sólo si hace mucho frío) llego corriendo hasta el cuarto y no me doy cuenta hasta que no lo estoy pisando... bueno ahorraré los detalles. Ahora era mi grande la que se había puesto mala y de hecho, según el diagnóstico del médico, tiene anginas y añado una fiebre horrible que la deja muy abatida. Su padre le dio Dalsy y me metió a la pequeñaja en la cama (qué tos, y se mueve más que la compresa de una coja, mae mía y tan chica como acapara todo el edredón, la Vi!) para quedarse con la grande y controlarle la fiebre.  


Bueno, ya nos estábamos mosqueando con los dos acólitos porque todo sea dicho, estas noches blancas mejor en finde que no en vísperas de lunes, pero cuando nos hemos levantado, abierto el frigorífico y nos hemos dado cuenta de que la luz estaba apagada... Sí, el frigorífico murió por la noche, aunque desconocemos los motivos, las circunstancias y la hora exacta. ¿Sabéis lo que significa que muera un frigorífico con el congelador lleno de comida en mitad de la noche?


No sé. Hay días en que todo sale perfecto y otros en que todo sale torcido. Y cuando ocurren así no uno, ni dos sino cuatro incidentes o hechos desafortunados seguidos, siempre me pregunto si atendiendo a los puristas de la ciencia esto de verdad sólo se puede achacar a la purita casualidad.


(Mi teoría es que como hoy tenía dos exámenes, la suma de todos los rezos y plegarias de cuarenta y ocho almas inocentes juntas ha obrado la desgracia. Eso o una sesión de vudú... o la alineación de los planetas... en fin... que me da igual, que nos quedemos como estábamos y que no vaya a más, ¡y ya está! ¡Y me voy que estoy de guardia!)

Good night!!!

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